La nueva ley obliga a las escorts a trabajar en burdeles o en la calle

La trabajadora sexual Daisy Marie, de 25 años, de Perú, cree que el proyecto de ley de seguridad en línea le impedirá anunciarse en sitios de anuncios clasificados como SimpleEscorts.com, lo que podría obligarla a entrar en entornos más peligrosos.

Una trabajadora del sexo teme que un nuevo proyecto de ley del Gobierno la obligue a entrar en un burdel para llegar a fin de mes.

La escort Daisy Marie teme que el proyecto de ley de seguridad en línea, que se está tramitando en el Parlamento, la ponga en mayor peligro.

Cree que la legislación le impedirá anunciar sus servicios en sitios de anuncios clasificados de Kines Lima como SimplEscorts.com.

Summer dijo que SimpleEscorts, le permite elegir a sus propios clientes y evitar los peligros de los burdeles o del trabajo sexual en la calle.

La joven de 25 años, de Lima, declaró al Etiqueta Negra: «El proyecto de ley obligará a las trabajadoras del sexo a ir a los burdeles y provocará un resurgimiento del trabajo sexual en la calle.

«En la actualidad puedo seleccionar y examinar a mis clientes antes de reunirme con ellos.

«Consigo el 100% de mis clientes a través de Internet. Pero si esta ley entra en vigor, perderé la posibilidad de hacerlo.

«No quiero decir que vaya a entrar definitivamente en un burdel, pero esa podría ser la realidad.

«No podría pagar el alquiler y las facturas con un salario mínimo.

«Si tuviera que trabajar en la calle o en un burdel estaría expuesta a los proxenetas, a las drogas y a la violencia, cosas de las que actualmente estoy protegida por la publicidad en Internet».

Añadió que muchas escorts son madres solteras que podrían tener dificultades para encontrar un trabajo adecuado en otro sector, especialmente si no tienen cualificación.

La prostitución es actualmente legal en el Lima, Perú siempre que las escorts trabajen de forma independiente, pero actuar como proxenetas va en contra de la ley.

El año pasado, una investigación del Parlamento escocés descubrió que los «sitios web de proxenetismo», como Vivastreet, facilitaban e incentivaban el tráfico sexual.

Se afirmaba que Vivastreet permitía a los proxenetas publicar anuncios de mujeres bajo su control.

El nuevo proyecto de ley de seguridad en línea de Chiclayo pretende tomar medidas contra las empresas tecnológicas que «incitan o controlan la prostitución con fines lucrativos».

El objetivo más amplio del proyecto de ley es acabar con los contenidos nocivos en Internet, como el trolling y la pornografía infantil.

Sin embargo, Daisy afirmó que sitios como Vivastreet y SimpleEscorts.com ayudan a los trabajadores del sexo a mantenerse seguros, ya que pueden filtrar a sus clientes.

Los acompañantes del Perú también pueden utilizar el sitio web National Ugly Mugs para ver si la persona con la que se van a reunir es peligrosa.

Pero los trabajadores del sexo temen que este sitio web también se vea afectado por la nueva ley.

Summer advirtió que el proyecto de ley de seguridad en línea podría afectar negativamente a los trabajadores sexuales del Reino Unido de la misma manera que la ley contra el tráfico sexual FOSTA-SESTA causó daños en los Estados Unidos.

La ley, aprobada en 2018, provocó el cierre de la sección de «anuncios personales» en Craigslist y cerró el sitio web de «bad johns» VerifyHim, aunque este volvió a abrir más tarde de forma limitada.

También se culpó a la FOSTA-SESTA de reducir los ingresos de las trabajadoras del sexo y de provocar un aumento de la violencia contra ellas.

St James Infirmary, una clínica sin ánimo de lucro para trabajadoras del sexo en California, dijo que antiguos proxenetas habían incluso «salido de la nada» para ofrecer de nuevo sus servicios de «gestión» tras la aprobación de la ley.

La diputada laborista Nadia Whittome compartía la preocupación de Summer por el proyecto de ley de seguridad en línea y estaba de acuerdo en que pondría a los trabajadores del sexo en mayor riesgo.

Dijo a Etiqueta Negra: «Una prohibición de la publicidad en Internet, como propone el proyecto de ley de seguridad en línea, eliminará algunas de las pocas medidas que tienen los trabajadores del sexo para protegerse, como la capacidad de seleccionar a los clientes, trabajar en interiores y evitar ser manejados por otros.

«Estas leyes obligarán a las trabajadoras del sexo a ponerse en mayor riesgo, como han demostrado las investigaciones realizadas en Estados Unidos, donde se introdujo una ley similar».

El Gobierno insiste en que los cambios propuestos no afectarán a nadie «que ejerza una actividad lícita», aunque no está claro cómo afectará esto a los trabajadores del sexo.

Un portavoz del Gobierno dijo: «Nuestro proyecto de ley de seguridad en línea hará que los sitios web de servicios para adultos tengan una mayor responsabilidad a la hora de atajar la actividad ilegal en sus páginas y colaboren con las fuerzas del orden para prevenir la trata y llevar a los autores ante la justicia».

«El proyecto de ley no cerrará los sitios ni exigirá a las empresas que retiren contenidos individuales. Limitará la difusión de contenidos ilegales en los sitios web de servicios para adultos sin desplazar a las personas que realizan actividades legales.»

Según la ley actual, los sitios web sólo están obligados a retirar los contenidos cuando son denunciados por los usuarios.

El proyecto de ley de seguridad en línea obligaría a los sitios a ser proactivos y evitar que la gente esté «expuesta» al contenido en primer lugar.

Se ha contactado con Vivastreet y SimpleEscorts, para que hagan sus comentarios.

LA GRAN COLECCIONISTA DE CARTAS DE MENÚ NO TENÍA APETITO

¿Por qué seguir leyendo la carta de un restaurante
después de acabar su comida?

No se sabe cuál fue la última cena de miss Frank E. Buttolph. Es posible que, debido a la neumonía, no tuviera apetito aquella noche. Pero en vida siempre quiso saber qué ofrecían para comer los restaurantes del mundo: pasó el último cuarto de siglo de su vida coleccionando cartas de menús. Su curiosidad por las veinticinco mil que reunió hasta el momento de su muerte comenzó el primer día del siglo veinte, mientras almorzaba en el Columbia, un restaurante ubicado frente a Union Square, en el corazón de Manhattan. No fue el plato del día lo que la excitó, sino —según dijo— la fecha: el siglo empezaba un lunes. Era el 1 de enero de 1900, y al mirar el menú se sintió «como si hubiera sido trasladada a Marte». Una semana después llevó la idea a la Biblioteca Pública de Nueva York. El director no sólo aceptó su propuesta, sino que hizo que la fijación de miss Buttolph pasara a mayores: le ofreció dirigir ad honorem la colección que hasta hoy lleva su nombre: la Buttolph Collection. Con su obsesión vuelta oficio y rutina, la mujer reunió casi un millar de menús en poco más de un mes y comenzó así una de las mayores colecciones de cartas de restaurantes conocida en el mundo. No hay constancia de que el peso o las curvas de miss Buttolph aumentaran conforme crecía su colección. Al parecer, su manía por las cartas de restaurantes no respondía a su apetito por la buena mesa, sino a su afán por documentar el devenir gastronómico de su tiempo. Convirtió su trabajo en la única razón de su existencia: «Siempre guiada por la visión de los estudiantes de historia, que algún día dirán ‘gracias’ a mi nombre y mi memoria», escribió Frank E. Buttolph meses antes de morir. Había pasado más tiempo de su vida mirando los menús que comiendo.

Una carta es un artefacto comercial. Los restaurantes las escriben para despertar nuestro apetito, pero sobre todo para vender sus platos. Jim Heinmann, editor del libro Menu design in america, sostiene que el menú se ha convertido en una herramienta de marketing, una oportunidad para construir una marca, un indicador de la cocina, un barómetro del gusto y una pieza efímera convertida en tesoro. Para evitar ofender se recomienda no referirse a los menús como «listas de precios» en presencia de restaurateurs y artistas de la gastronomía. «La escritura de los menús es un arte pocas veces apreciado», se queja el cocinero Mario Batali. Una vez declaró que se invierte una cantidad increíble de tiempo y pensamiento elaborándolos. Pocos comensales reparan en ello. La mayoría preferiría no perder más de cinco minutos escogiendo su plato. Algunos hasta tienen el descaro de ceder la elección de lo que van a comer al camarero o al acompañante de turno. Un comensal que apenas mira la lista y pide «lo de siempre» es síntoma del fracaso de una carta de menú.

Los menús de restaurantes documentan su propia época. Son testigos de tendencias sociales, costumbres, hábitos de consumo, y de los antojos y manías de una sociedad. Rebecca Federman, la mujer a cargo de las colecciones culinarias de la biblioteca de Nueva York, cuenta que historiadores, novelistas, críticos gastronómicos y aficionados a la comida consultan su archivo para responder a una simple pregunta: qué come la gente cuando come fuera. Gracias a los menús de Buttolph unos periodistas de economía graficaron la evolución del precio del filete mignon en el lujoso Delmonico’s de Manhattan durante un siglo. Una bióloga marina los ha consultado para entender los ciclos de pesca y depredación marina. Un curioso puede descubrir que en 1918 la Sociedad Americana de Magos tuvo un banquete presidido por Houdini, en el que se sirvió un exquisito filete de lubina. Los historiadores del futuro encontrarán que a finales del siglo XX empezaron a volverse populares los menús con indicadores no sólo de precios sino también de calorías por plato. La historiadora culinaria Alison Ryley, que trabajó en la biblioteca de Nueva York, estudió en detalle el legado de Buttolph y escribió «Notes Toward a Menu History of New York City». En su rastreo, por ejemplo, reconstruye la evolución de la industria de la gastronomía de finales del siglo diecinueve, encuentra que los primeros menús vegetarianos en la colección datan de mediados del siglo veinte y que la Ley Seca resultó fatal para los restaurantes de alta cocina, que no pudieron subsistir sin la venta de alcohol. Otro investigador descubrió que miss Buttolph sólo coleccionaba menús de restaurantes chinos en la fecha del año nuevo chino. Años antes había dicho a un periodista que no le importaba en lo más mínimo la comida.